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Domingo de pastes y chocolate, desde su portal de extracción.

  • Foto del escritor: Tony Lases
    Tony Lases
  • 20 oct 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 dic 2018

Reseña



El domingo 7 de octubre del 2018 posterior a un fin de semana en un pueblo mágico como lo es Huasca de Ocampo en el estado de Hidalgo; el grupo que nos movimos ese par de días a grabar nuestra capsula televisiva al museo de los duendes, tener una noche en una cabaña con carne asada, una guarnición a base de nopales y cebollitas junto con un poco de tequila y vino como bebida de acompañamiento; un desayuno de campeones entre galletas y pan, un resurgimiento gracias a un litro de curado de pulque; una comida a base de la dieta T como buenos “mexas”, para después hacer una visita a la alberca de los Prismas Basálticos y antes de partir de vuelta a Tenochtitlan, decidimos hacer una parada entre que obligatoria y por placer a la cuna de los pastes en México y de legado inglés.

Nuestro arribo cerca de las 19 horas al Pueblo Mágico de Real del Monte y justo para cenar una de las herencias que dejaron los ingleses y los mineros, los pastes. Claro que por la hora y el lugar el frío no tenía piedad para mis amigos los chilangos, por lo que los acompañamos de un rico y calientito chocolate “para beber” como diría Emilio.

Llegamos cerca a las 19:30 horas a la que se convertiría en nuestra mina de pastes, que en lo personal es una de mis favoritas y claro que al ser el anfitrión me tocaba recomendar, “Los Pastes El Portal” al lado de la iglesia central del pueblo; pero al llegar nos topamos con una sorpresa “normal” en el restaurante, el lugar se encontraba repleto y nosotros al ser nueve no era tan fácil que nos encontráramos con un lugar para que nos permitiera sentarnos todos juntos, pero después de unos cinco o diez minutos de espera, pudimos entrar y sentarnos dispuestos y listos para devorarnos esa delicia hecha a base de masa y rellena de cosas estupendas.

Esperamos a que una de las meseras nos atendiera y tomara nuestro pedido que en su mayoría sería más de pastes dulces que salados; entre hawaianos, de salchicha, papa, mole, zarzamora, rompope, arroz con leche y chocolate serían esas delicias que nos zambutiríamos esa noche, pero claro acompañados de una muy buena bebida para bajarnos tal cantidad de comida, un chocolate caliente que fue pedido por casi todos exceptuándome a mí que me fui por algo más frío como un refresco de cola.

Tras levantar nuestro pedido la mesera al cabo de unos minutos, nos trajo nuestra primer ronda de pastes, que al llegar a la mesa nos pusimos puestos a pie de cañón para darle muerte a ese platillo, pero la mayoría a la mitad del primer paste nos fue llevada nuestra segunda tanda con más pastes, que entre dulces y salados marcarían nuestro comer, a falta de más horneados por llegar a la mesa, muchos terminamos con el primero y si nos quedamos con antojo de otro salado, decidimos pedir más salados para que nos llegaran el resto de nuestra primer orden y la segunda orden que pedimos, para terminar atascados de pastes y llenos casi todos con un chocolatito caliente, siendo casi las 20:30 horas, nos fuimos alistando para empezar con el final de nuestra travesía de fin de semana por unos cuantos pueblos mágicos del estado de Hidalgo, donde el atasque y el exceso por la comida se hizo más que presente.

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